A Propósito de Edgar Allan Poe. Buscando al asesino

 



Buscando al asesino

Autoras: Mariely Amparo y Marcel Castillo

Días antes de lo ocurrido, la sentía extraña como si tuviera algo que decirme, como si le pasara algo, le pregunté qué había pasado, pero no quiso responderme, solo veía de bajos de sus ojos el miedo en su alma, la detuve un instante, no me quedó de otra que preguntarle, ¿Cómo le estaba yendo en su carrera universitaria?, pero su respuesta era tajante y cerrada, me respondió que le estaba yendo bien lo que no parecía nada convincente. En los pasillos de la universidad su rostro reflejaba oscuridad, ya no compartía con sus amigas y cuando llegaba a casa se encerraba.

Pasaron varios días y no la veía, así que decidí visitarla para contarle sobre un chico que había conocido en las afueras de la ciudad. Donde ella vivía era oscuro como azabache, mientras entraba no se reflejaba ni mi sombra, era sombrío, solitario, frío, tenebroso, olía a muerte y sangre, parecía un sótano o bodega. Solo se escucharon los gritos de descenso cuando subía aquellos ladrillos rojos sin cemento, apenas alcance a verla derramar unas lágrimas agonizantes y dar su último aliento de vida.

Al llegar ahí sentí como si una nube negra entrara en mi interior y me paralizara completamente dejándome confundida, nerviosa, sin saber que hacer ni cómo actuar, hasta que suspiré, tomé el móvil y con los vertebrados temblorosos y llena de miedo marqué al 911.

Horas más tarde estaba siendo interrogada por el teniente Benet, durante el conversatorio estuve en pánico por el hecho de ver algo tan desastroso y perverso, mi mente solo había la imagen de mi amiga con la cabeza rapada, sin senos y sin sus partes traseras, con unas enormes cicatrices en su rostro. Pensaba en quien podía ser tan macabro y desquiciado para cometer tal crimen.

Me dio mucho miedo y rabia a la vez, solo quería saber quién era el culpable. Al salir de la estación de policías decidí investigar por mi cuenta y buscar al asesino, de camino a mi departamento veía una paloma gris persiguiéndome, es como si ambas estuviésemos conectadas, la vi en mi ventana, como si me estuviera cuidando. Esa noche me detuve a pensar en las personas que vivían en el edificio, la señora Susana quien vivía sola con sus dos perros, la cual descarté porque ya tenía 70 años y para bajar al sótano tenía que buscar ayuda. El joven William vivía con su madre enferma y trabajaba en un puesto de comida rápida, se veía sano, sin maldad en su corazón, en el edificio también vivía la señora María, profesora en la escuela Santa Cruz, y el señor Montés quien siempre fue muy discreto, no tenía familia y trabajaba en una oficina de correos. El señor Montés siempre se ha visto misterioso, pero poco cruel.

Una tarde la paloma gris estaba haciendo un sonido muy extraño como si intentara decir algo, la seguí y me estuvo guiando hacia el tercer piso, a un pasillo oscuro y sucio, donde había una puerta misteriosa, a la cual solo el señor Montés tenía acceso, cada vez que me acercaba el olor a muerte y a carne podrida se volvía más intenso, la curiosidad y el deseo por descubrir que había detrás de la puerta se volvió potente, así que decidí abrir la puerta, por más forcejeo que hice no podía abrir la cerradura, la paloma con su pico levantó la alfombra que había delante de la puerta y tomó la llave. Mientras entraba la llave en el cerradero sentía que mi alma se desprendía de mí, mi pecho se congeló y los pies me temblaban, paso a paso, la paloma cambio de color, sus plumas se volvieron rojas y sus ojos se tornaron negros, cuando paso al cuarto su aspecto se modificó, tenía cuerpo y voz de humano, a diferencia de sus brazos y orejas. Solo alcancé a ver senos desnudos, cabezas colgando, traseros con nervios vivos y bocas ensangrentadas y cocidas, cuando desperté ya estaba en mi habitación, pero mi subconsciente me hacía recordar las palabras de la paloma ¡Sálvanos! Al instante llamé a la estación de policías y les dije a los agentes todo lo que había pasado. Cuando llegaron al lugar increíblemente encontraron todo ordenado, no había sangre, ni pedazos de cuerpos. Luego de esto los policías se detuvieron en mi casa y me hicieron algunas preguntas sobre si había visitado el psicólogo o psiquiatra, si tenía tendencia depresiva o si tenía familias dementes, creían que estaba loca, pero todo lo que había visto era real. Pasado el tiempo visite a un psicólogo, pero me decía que estaba bien, que no necesitaba ir donde el, pasaron meses y me transfirieron a un psiquiatra, no sé por qué, pero aparentemente parecía estar bien.

Pasaron horas, días y casi años, cuando la paloma volvió a mi casa, era increíble que después de tanto tiempo haya vuelto, me miro a los ojos, me sedujo y nuevamente me condujo al mismo destino sangriento, allí encontramos la puerta abierta y cuando decidimos entrar encontramos al Señor Montés digiriendo los cadáveres por parte, fue espantoso, salí de allí corriendo pero me sentía en el mismo lugar, como si no me hubiese movido, trate de correr más y más rápido pero no pude, observe una vez más al Señor Montés y me di cuenta de que su víctima digerida era yo. A que no sabes todo este tiempo estuve muerta en busca de mi cadáver, de mis huesos, de mi aliento, en busca de aquella alma que no regresaba a mi porque la tenía otro, estuve buscando mi respiro, pero la encontraste tú.


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