Respetando nuestras diferencias... Marileidy Paulino, campeona olímpica
Hoy quiero compartir en mi escrito algo que, como mujer, dominicana, cristiana y educadora, me ha llamado la atención.
En estos días recibimos la noticia de que nuestros deportistas, una vez más han colocado en alto a nuestro país, República Dominicana. Esta vez, compitiendo en Tokio, dando lo mejor de cada uno y trayendo algunas medallas de plata y de bronce. Entre esos campeones, se encuentra la joven Marileidy Paulino, quien, además de ser cabo de la FARD, es estudiante de una licenciatura en Educación Física y una licenciatura en Nutrición.
Marileidy es una joven oriunda de Baní y de hasta hace poco, de muy escasos recursos que sin medir las limitantes y venciendo los obstáculos ha alcanzado su primer triunfo. Algo que ha llamado mi atención es que, a pesar de que esta joven es la primera mujer dominicana en ganar dos medallas de plata en unos juegos olímpicos, algunos sectores se han dado la tarea de señalarla como "atrasada" por el hecho de que al momento del triunfo, además de levantar la bandera dominicana, levantó la Biblia, símbolo de su fe, y tenía escrito en sus zapatillas deportivas: "Dios es mi esperanza, amén".
Creo firmemente que cada persona es dueña de sus creencias, de lo que profesa, de lo que abraza. No nos toca a nosotros discriminar a quien hace pública se fe, orientación o ideología. ¿Por qué no resaltar la trayectoria de vida de esta deportista antes de señalarla por lo que cree? ¿Por qué no elogiar el valor de esta joven al mostrar al mundo su fe o sus creencias, que es uno de los derechos de todo ser humano? ¿Por qué no celebrar con ella el triunfo que nos ha puesto en alto?
El respeto es una línea muy fina que suele cruzarse, muchas veces sin darnos cuenta de que lo hacemos. Ojalá hayan otras personas como Marileidy, capaces de mostrar al mundo lo que creen, sin avergonzarse de sus ideologías y sin dejarse llevar por las influencias de una sociedad clasista y escéptica.
Respetemos nuestras diferencias, pues mi inteligencia termina cuando además de no formar parte de lo que tú crees, tampoco puedo aceptar que tú lo creas.
Sin desperdicios.
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