Secuelas internas de una realidad externa. Lo que no se dice.
A casi un año de trabajar confinados para cuidar nuestra salud, los procesos han seguido marchando sin detenerse. Todo ha progresado para alcanzar las metas propuestas sin importar lo que eso implique. Nos hemos vuelto diestros en manejar tecnología y producir insumos eficaces de una manera eficiente. Hemos logrado lo que se pensaba, iba a ser imposible y me atrevo a decir que, hasta hemos superado las expectativas de nuestros superiores y entidades a las cuales debemos responder, no con palabras, sino con evidencias de un producto bien terminado y que cumpla con los requerimientos solicitados.
Pero, ¿alguien ha pensado en cuánto nos ha costado lograr el cometido?
Somos trabajadores incansables que perdimos el horario laboral hace casi un año. Para muchos, trabajar desde casa significa dormir un poco más, no tener que maquillarse y alistar ropa limpia y planchada para salir a trabajar, dedicar tiempo a la casa y a la familia, entre otras cosas.
Si es cierto que no volver a la presencialidad ha generado estabilidad emocional para las mascotas, no ha sido igual para aquellos que nos hemos dedicado en cuerpo y alma a demostrar que podíamos quedarnos con nuestro empleo, aunque la salud no nos permitiera asistir de manera presencial. Esto, debido a que tenemos la doble tarea de cumplir con todo el cometido y de justificar la permanencia remota en el sentido laboral.
Las entidades han olvidado que existe un horario en el que se debe trabajar y nos hemos visto sometidos a pasar horas frente a un computador, después del horario reglamentado por la simple razón de que "ahora estás en casa". El trabajo se ha cuadruplicado, pues hemos tenido que reinventar los procesos, capacitar a los que nos colaboran, manejar y formar parte al mismo tiempo de las actividades remotas y, además, justificar que nos quedamos en casa trabajando.
Es oportuno recordar que cuando vemos un producto terminado, se ha dado todo un proceso de planificación, redacción de ideas, capacitación del personal a cargo, montaje, revisión y diversas pruebas piloto, antes de entregarlo. Es probable que ver una actividad virtual como, una clase, una defensa de tesis, un webinar, un congreso, entre otras, nos haga creer que todo es muy fácil, pero...cuánto costó hacerlo realidad es algo que solo puede describir el que estuvo involucrado.
Lo anteriormente indicado ha desencadenado un distanciamiento emocional en la familia, pues, aunque estamos en la misma casa, nos separa el computador, las reuniones a cualquier hora del día, la elaboración de los proyectos, los montajes virtuales, las largas planificaciones para que la educación a distancia quede lo mejor posible y el estado de agotamiento que sentimos al finalizar la jornada, que muchas veces es de más de 12 horas.
Trabajar desde casa no es una tarea fácil, no es cierto que nos ha acercado más, de hecho, nos ha generado una crisis emocional, un agotamiento excesivo y un disgusto interno que no tiene forma de ser expresado.
¿Y por qué no nos unimos a la labor presencial?
A pesar de que el 60% de los empleados han regresado a la presencialidad, existe un 40% que son pacientes de riesgo por enfermedades previas a esta pandemia, lo que hace que sean más vulnerables a un contagio. Ese porcentaje se ha visto en la obligación de permanecer en el trabajo remoto.
En estas personas se da la condición de desestabilidad emocional, en el sentido de que deben realizar el trabajo adecuado, demostrar que, aunque están en casa se encuentran trabajando y lidear con la ansiedad y depresión que este ambiente les genera.
Encender tu pantalla para una reunión y ver la sonrisa del interlocutor no siempre significa que todo marcha bien, hay situaciones que no se cuentan, siempre existe algo que no se dice, pero que de igual manera está latente y afectando la estabilidad emocional.
Se necesita la empatía para entender estas situaciones, manejar con profesionalidad, entereza, integridad y sin perder la humanidad, cada caso que se nos presenta. Tus empleados son seres humanos que han dado lo mejor de sí para seguir estables y hacer que todo marche como debe, en medio de una pandemia y viviendo tiempos atípicos, como los que nos han tocado vivir.
Muchos nos vemos obligados a seguir porque todos necesitamos trabajar, aunque esto implique el desgaste emocional, físico y espiritual. Es por esta razón que no debemos olvidar que trabajamos con personas que necesitan apoyo, aunque no lo pidan. La mayoría de los suicidios han sido cometidos por gente que el día anterior estaba sonriendo. Debemos dar la mano para levantar a aquellos que se encuentran de alguna forma caídos, prestar el hombro para consolar a los que en este momento están agobiados y como refiere el escritor Bismar Galán: "Se puede ser jefe sin dejar de ser humano" (Galán 2012).
Sería muy oportuno crear un espacio en el que se compartan ideas, en el cual se hable de lo cotidiano con tus compañeros de trabajo, esto con el fin de cambiar la sintonía mental y compartir en un ambiente en donde poco a poco nos vamos abriendo para poder continuar.
La salud mental es de cuidado, la depresión también es una enfermedad, la ansiedad no es un estado de ánimo. Lidiamos con personas reales que tienen problemas reales, aunque estos no los hayan detenido.
Extendamos nuestras manos para alcanzar a aquellos que están a nuestro alrededor y necesitan nuestra ayuda, aun guardando en silencio todo lo que no son capaces de decir.
Galán, B. (2012). Cómo ser jefe sin dejar de ser humano. Santo Domingo. Ediciones Biik.
Cuanta realidad describes en este post Maribel. Nadie nos pregunta, no saben cómo sobrevivimos.
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